Por: Paúl Monar – Fundación Condor Andino
En los páramos que rodean a Quito, donde la neblina se funde con los pajonales y el agua nace, se escribe una historia de conservación y resiliencia. Gracias a los esfuerzos del Fondo para la Protección del Agua (FONAG) y al monitoreo de biodiversidad liderado por la Fundación Cóndor Andino Ecuador (FCAE), hoy sabemos que los ecosistemas altoandinos no solo están resistiendo: están renaciendo.
Desde 2019, la FCAE y el FONAG han recorrido juntas un camino de investigación y conservación, con el objetivo de conocer en profundidad la biodiversidad que habita en los páramos y bosques andinos de sus áreas de conservación.
En zonas como Antisana y Alto Pita, se ha mantenido un proceso de restauración ecológica prolongada que ha permitido la recuperación de procesos naturales que en otras partes del país no se pueden observar. El monitoreo con cámaras trampa ha documentado comunidades funcionales, con poblaciones saludables de venados, zorros y pumas.
Estas especies, más allá de ser indicadores del éxito ecológico de los programas de restauración, cumplen roles clave en el funcionamiento del ecosistema: dispersan semillas, regulan otras poblaciones animales y contribuyen al equilibrio ecológico que permite la generación de agua para abastecer a Quito.
En la zona del Antisana, el tiempo ha sido un aliado clave. Aquí se ha logrado observar un proceso ecológico extraordinario y cada vez más escaso: venados silvestres cazados por pumas, cuyos restos son luego aprovechados por carroñeros como el cóndor andino. Esta secuencia, que representa una red alimenticia completa y funcional, es señal de que los ciclos ecológicos se han restaurado. En otros páramos este proceso es casi inexistente, pero en Antisana ocurre naturalmente, sin intervención humana directa. Se trata de uno de los pocos lugares en el país donde esto aún ocurre.
Sin embargo, no todas las zonas presentan el mismo grado de recuperación. En áreas más pequeñas o con procesos de recuperación más recientes, como Atacazo, los Pichinchas o el Cerro las Puntas, los cambios aún están en etapas iniciales. FCAE ha registrado la presencia de especies poco comunes como la paca andina (Cuniculus taczanowskii) y el tigrillo chico (Leopardus pardinoides). Su presencia es señal de esperanza, pero también un llamado urgente: estos animales están ocupando pequeños parches de hábitat aislados, que por sí solos no son suficientes para mantener poblaciones estables.
En estos sectores, además, la presión humana sigue siendo una amenaza. En los Pichinchas, por ejemplo, se han encontrado fecas de pumas y zorros andinos con restos de plásticos, evidencia directa de contaminación. Asimismo, la presencia de perros domésticos sin control ha sido documentada con frecuencia: algunos se reproducen en la zona, y otros han sido registrados atacando zorros, conejos silvestres e incluso cóndores andinos. Este tipo de interacciones pone en riesgo no solo a la fauna nativa, sino también al equilibrio del páramo y a su capacidad de regular y almacenar agua.
Por eso, se vuelve urgente consolidar esfuerzos de conservación más amplios en zonas como Atacazo, Pichinchas y Cerro Puntas. Estas áreas, aunque aún conservan biodiversidad, necesitan conectarse entre sí y expandirse para garantizar la viabilidad a largo plazo de las especies. Asegurar corredores ecológicos entre estas zonas no solo beneficia a la fauna, sino también a los servicios ecosistémicos que sostienen la vida humana. En contraste, Antisana demuestra que cuando se da tiempo, espacio y protección, la naturaleza responde.
Gracias a la articulación entre comunidades, autoridades ambientales, el FONAG y organizaciones como FCAE, incluso la presencia de perros ha disminuido notablemente en esta zona. Es una muestra de que la conservación efectiva no solo es posible, sino replicable.
La vida silvestre está regresando al páramo. Y con ella, la restauración de los procesos naturales que mantienen el agua fluyendo hacia nuestros hogares.
Conservar el páramo no es solo una cuestión de biodiversidad: es también una forma de asegurar el agua, la vida y el futuro para quienes habitamos más abajo y dependemos este.



